​Tómate este tiempo para ti, este descanso interior de paz y sosiego. Permite que tu cuerpo se acomode, deja que se acomode a este momento presente, a lo que aquí acontece, sin intervenir, sin juzgar, solamente descansa, suelta todo lo que lleves contigo, en este momento presente.
Realiza dos o tres respiraciones profundas. Inhala por las fosas nasales y suelta el aire por la boca. Hazlo dos o tres veces, sin prisa…
Deja que este momento te inunde de calma, escucha el ir y venir de tu respiración, sucediendo de forma espontánea a través de las fosas nasales. Nota la suavidad, el ritmo lento y acompasado del aire, entrando y saliendo.
Afloja los músculos de tu cuerpo, deja que se ablande, que se amolde a donde está, a esta paz que te va acariciando y va profundizando en todo tu ser.
Observa las sensaciones de tu cuerpo: el movimiento del abdomen al respirar, el contacto de tu cuerpo con la base que lo sostiene –una silla si estás sentado, la cama si estás tumbado, etc.- y reposa complemente tu cuerpo ahí, soltando cualquier carga, vaciándote y deshaciéndote en cada exhalación, para volver a llenarte en cada inhalación de vida y de paz.