Cuando nos reconocemos, empezamos a poner LUZ en nuestras sombras…
Volver a reconocer los programas – aquellos condicionantes -, instalados en lo más profundo de nuestras estructuras, tanto emocionales como conductuales, hace que nuestro Ser vuelva a conectarse con su fuente verdadera: su forma propia de sentir.
Estos condicionantes, de una u otra manera, limitan nuestro modo de, ver, vivir y sentir el mundo que nos rodea, generando diversidad de vivencias, situaciones, emociones… lo que todos solemos mal llamar: destino.
Estos programas suelen estar originados, a partir de las veces que, desde el seno familiar y generación tras generación, se nos ha dicho: NO. Todo aquello considerado suficientemente doloroso o moralmente reprochable – como para ser guardado como secreto familiar -, ha quedado como la sombra del inconsciente del clan, dándole un poder de obrar y marcar su presencia en todo integrante de este, sin que seamos conscientes de ello.
Una mente libre es una mente que sabe que existe; que entiende que todo tiene un sentido y un para qué. Es una mente que sabe que todo lo que la rodea forma parte de ella; una mente que siente que forma parte de una unidad que se expresa de forma infinita. Es una mente que empieza a pensar que, quizás, lo que sucede no está en el exterior, si no en el interior de cada uno de nosotros.
Cuando re-conocemos los condicionantes que están obrando desde la sombra de nuestra consciencia, es cuando, finalmente, podemos empezar a poner luz sobre ellos e intervenir, de un modo eficaz, para desactivarlos.
Cuando nos reconocemos… ¿qué viene a mostrar la enfermedad?
Nuestro cuerpo responde a la emoción que estamos viviendo, pues la manifestación de un síntoma, a través de un órgano, nos ayuda a replantearnos qué nos está sucediendo, qué nos está queriendo decir.
El cuerpo es una fantástica herramienta de comunicación con nosotros mismos. A través de los síntomas, podemos encontrar las emociones ocultas que alimentan las creencias que nos hacen sufrir. Los síntomas nos permiten descubrir las causas emocionales que producen nuestros males corporales y mentales.
Un ejemplo claro de este proceso interno en un individuo puede ser:
“Esta persona me acaba de hacer algo que considero sumamente injusto; que no lo tolero. No lo puedo digerir”.
Ante la manifestación de esta emoción el cuerpo no sabe si, es una respuesta a lo acontecido o es realmente la imposibilidad de digerir algo que se ha ingerido.
El cerebro solo procesa el dato y lo muestra como en una pantalla frente a nuestros ojos: NO PUEDO DIGERIR.
¿Qué ocurre en este caso?
- Síntoma de acidez: el cerebro produce más ácido clorhídrico para “digerir” lo que sea que esté molestando.
- Se tapa el síntoma sin atender la causa: el cuerpo envía diversos llamados de atención – algunos muy graves -, con el objetivo de mostrar la verdadera emoción.
Cada patología está codificada por una emoción desencadenante particular; no cualquier emoción o situación de estrés, provoca cualquier síntoma. Estos aparecen al azar, de cualquier manera, o en cualquier órgano.
Está totalmente determinado genéticamente qué emoción desencadena cada síntoma y, este código, está programado por la respuesta de adaptación al medio, pues se busca la supervivencia desde el punto de vista más arcaico, más animal e inconsciente.
Finalmente, debemos tener en cuenta que:
LA ENFERMEDAD, VIENE A SANAR, LA ENFERMEDAD VIENE A DAR LA SOLUCIÓN.
En nombre de Fundación Arsayian:
Lorena Diz
Biodescodificación y Memoria Celular
